agosto 17, 2017

Origenes y aplicaciones de la camara de aislamiento sensorial.


Quienes vieron la película “Estados alterados” recordarán aquel curioso huevo grande de plástico, a modo de gran bañera cerrada, en donde el protagonista se sumergía en su afán por “regresar al origen”. Su director, Ken Rusell rodó esta vez una obra con esmero y contención, cuyas imágenes rebosaban originalidad; aquel “huevo” no era de ciencia ficción, sino una CAMARA DE AISLAMIENTO SENSORIAL, cuyo campo de posibilidades es bastante más variado de lo que sugiere la película, centrada en el tema de las regresiones. Estas cámaras, también llamadas “tanques de flotacion”, van llegando poco a poco a nuestro país; por eso nos ha parecido interesante explorar un poco sus posibilidades. A principios de los año 50, los especialistas en neurofisiología creían que si se privaba al cerebro de la casi totalidad de estímulos físicos, éste se adormecía. Por esa época, el doctor John C. Lilly, neurofisiólogo psicoanalista, se propuso investigar sobre dicha hipótesis cuando trabajaba por encargo de la armada en la National Institute o Mental Health de Bethesda. Aunque las experiencias sobre aislamiento sensorial son algo anteriores, Lilly, en colaboración con el Dr. Jay Shurley, se las ingenió para hacerlas fácilmente viables; inicialmente, los individuos se colocaban sobre una cama, en un compartimiento con aire acondicionado, con los brazos y las manos envueltos en unos manguitos especiales y los ojos cubiertos por unas gafas de esquí, lo cual apenas conducía a nada. Lilly, que desde 1950 se dedicaba también a estudiar a los delfines en las Islas Vírgenes, intuyó que precisamente “en el agua” se podrían dar las mejores condiciones. Así que preparó adecuadamente una cámara de la Marina, de las destinadas al estudio de las técnicas de escafandrismo. En ellas el sujeto estaba provisto de una máscara que le envolvía la cabeza y se contaba además con otros elementos, como una especie de flotadores para lograr una posición lo más relajada posible. “Esta técnica tenía la ventaja de disminuir mucho la pesadez de la cabeza, ya que ésta absorbe un enorme porcentaje de la actividad del sistema nervioso central; sin embargo, el entorno daba a la experiencia un carácter monótono”, escribió Lilly en esa época. No del todo satisfecho, pues, con la fuerza de sustentación del agua, la cambió radicalmente, aprovechando las propiedades del agua salada y manteniéndola a la temperatura de 34,5 º C para evitar sensaciones de calor o frío. Todas las pruebas dieron excelentes resultados: acababan de nacer las cámaras horizontales de aislamiento sensorial. Los tanques son compartimientos de plástico, de alrededor de 2,50 m. de largo, 1m. de alto y 1m. de ancho, provistos de una puerta inclinada fácilmente maniobrable, tanto desde el interior como del exterior. Contienen alrededor de 400 litros de agua a 34 o 34,5 ºC, saturada de sales de Epsom (sulfato de magnesio hidratado), fáciles de encontrar en droguerías. Gracias a este aumento de la densidad del agua, la persona puede flotar confortablemente sobre su espalda, y sus brazos, piernas, vientre y, sobre todo, su cabeza, emergen parcialmente, lo que permite evitar la mascarilla respiratoria que se utiliza en los primeros experimentos. Las cámaras de aislamiento sensorial favorecen la exploración de toda una gama de estados de conciencia tras la necesaria fase de profunda relajación (física y mental) y reintegración del cuerpo.  
Efectos y experiencias con la Cámara Cuando la puerta de la cámara está cerrada el sujeto flota confortablemente sobre su espalda, privado de casi todas las sensaciones físicas. Ante todo, se trata de tener en cuenta que “la camara no hace nada”. Es como si fuera el cojín sobre el que uno se puede sentar para meditación, o la cama, que no hace el sueño por si misma. La cámara es pues un entorno que favorece ciertas experiencias, más que crearlas. El conjunto del cerebro aminora o disminuye sus ondas cerebrales, que pasan del ritmo beta (vigilia) al ritmo alfa (sueño), e incluso al ritmo theta (sueño profundo), “sin pérdida de conciencia”, lo cual hasta ahora era un privilegio de los grandes meditadores. Por eso Lilly habla de la cámara de aislamiento como de un instrumento occidental de meditación –una imagen elocuente de la situación. Una gran parte de la actividad de nuestro sistema nervioso central sirve para ajustar el cuerpo a la gravedad; con lo que en la cámara toda esta energía nerviosa queda disponible para otras actividades. Liberada de toda influencia exterior, la persona está muy atenta a las sensaciones internas del propio organismo: se puede escuchar y sentir la respiración, latir el corazón, y hasta el ruido de la circulación de la sangre por los capilares de las orejas … Pero además se puede tomar conciencia de las tensiones cotidianas, notándolas presentes aún en el propio cuerpo, y descubrir cómo poco a poco se van librando las cargas emocionales asociadas a dichas tensiones. “Las ondas theta son en buena parte responsables del gran cambio bioquímico que se produce en el sistema nervioso después de quince o veinte minutos en la cámara. Normalmente nuestro cerebro emite en ondas beta, pero es en este otro nivel de percepción, el de las ondas theta, cuando el cerebro humano puede tener acceso a esas discordancias espacio-temporales por las que se asoma la intuición pura, aquella que iluminó a Leonardo, a Einstein, a Picasso…”. Entre los efectos se da también un reequilibrio general de diversas partes del cerebro: los hemisferios del córtex –el cerebro mamífero arcaico unido a las emociones-, y el cerebro reptiliano, -asociado a las pulsiones. Uno de los elementos que favorecen este equilibrio es el hipotálamo, que transforma nuestros humores en sustancias químicas, inhibe la secreción de sustancias químicas productoras de estrés, como la adrenalina, y aumenta la producción de sustancias euforizantes o anestesiantes, como las endorfinas. La cámara permite un nivel de relajación muy profunda. Esta relajación es al principio física y después mental. El aspecto sorprendentemente distendido de las personas después de tan solo una hora en la cámara lo confirma. La respiración se hace más lenta y disminuye entre un 10 y un 15% al cabo de media hora, en comparación con el 8% que se consigue tras cuatro o cinco horas de sueño. El ritmo cardíaco sigue este aminoramiento, así como todo el metabolismo en general. Libre de los centenares de informaciones sensoriales que le llegan por segundo, el organismo se pone en “homeostasis”, es decir, en equilibrio bioquímico con el agua y en equilibrio químico global. Puede lograrse un descanso excepcional. El propio cerebro parece como lo que debería ser: un lugar muy confortable (casi paradisíaco, como dicen algunos), de modo que es posible explorarlo conscientemente, integrando cada una de las partes al todo. Este estado favorece la curación de malestares provocados por el estrés: hipertensión arterial, depresión nerviosa, infarto de miocardio, las migrañas y numerosos trastornos orgánicos o funcionales. En caso de fracturas, la cámara de aislamiento sensorial propicia muy favorablemente su rehabilitación, si se combina con los ejercicios de reeducación postural de las partes implicadas. En lo que respecta al cerebro disminuye la hiperactividad en el hemisferio izquierdo (racional, lógico, verbal y analítico) y el hemisferio derecho sale de su semi-aletargamiento. Según el profesor Budzyanski, de la Universidad de Colorado, EE.UU.: “En la cámara de aislamiento, el hemisferio derecho sale de su zona de penumbra gritando ¡yupi!”. Se sabe que dicho hemisferio está ligado a la intuición, la imaginación y la visualización, así como a otras capacidades no-verbales. Por ello no es tan raro que muchas personas salgan de la cámara y se sientan incapaces de relatar su experiencia: tienen la impresión de que no pueden describir lo vivido y que las palabras serían insuficientes. La cámara tiene también posibilidades en el tratamiento de procesos reumáticos y puede ser útil para los que deseen dejar de fumar, o para acelerar la unión en casos de fractura. En Norteamérica algunas empresas comienzan a ponerla a disposición de sus empleados, y se va generalizando su uso en el entrenamiento deportivo para la alta competición.  
Algunos consejos Es bueno que el lugar resulte cálido y acogedor, muy silencioso, lejos de vibraciones. Es preferible que la habitación o recinto esté a unos 30ºC, para evitar sensaciones desagradables al entrar o salir. También conviene evitar las luces demasiado fuertes o artificiales directas y se aconseja que cada cámara esté cerca de una ducha y los servicios. Aunque el uso de la cámara no tiene efecto secundario alguno, quienes padezcan trastornos importantes de tipo cardio-circulatorio o respiratorio deberán someterse a un reconocimiento médico previo.  
Ejercicios respiratorios Muchos individuos han conseguido modificar su ritmo cardíaco y su tensión arterial, o acelerar la curación de diversos trastornos, con la ayuda de las técnicas denominadas de visualización creativa. Otros han aprovechado los dolores (como la misma sal en los ojos) para explorar la parte dolorida o el fenómeno mismo del dolor. En general suelen recomendarse ejercicios respiratorios. Lilly sugiere la “respiración delfín” y la hiperventilación, a base de una respiración abdominal acelerada. A veces a una relajación general profunda le sigue una exteriorización de las emociones (risa, llanto, miedo, cólera…). La cámara puede ser entonces un instrumento de descarga emocional de apreciable valor. En ocasiones se tienen ganas de cantar o hacer ruidos o vocalizaciones, puesto que con la resonancia y con las orejas bajo el agua la experiencia es apasionante. En esto la cámara puede ser parecida a la sofrología, relajación, técnicas de interiorización, de crecimiento personal o el amplio campo de la psicología humanista. Lo que tiene de bueno es que puede tanto ampliar como favorecer dichas técnicas, pero además se puede luego aprender a reproducirlas más fácilmente sin ayudas o estímulos exteriores. 
Fuente: Centro de flotacion YMOA. Rosario. Argentina http://www.ymoa.com.ar/nota-01/